Fragmento de mi novela



A continuación les voy a dejar un fragmento del comienzo de mi escrito: 



Me levanto de la cama. 

Voy al baño.

Dos grumos de moco con sangre quedan incrustados en la pileta. Sigo sonándome la nariz como un cerdo y la pileta es un baño de sangre.

Vuelvo al cuarto.

Del Himalaya de merca que tengo, peino con una tarjeta una raya de diez centímetros por tres milímetros de ancho, con bastante lomo. Sobre el espejo. Prolijamente. Agarro la pajita de refresco, recortada a los efectos, la inserto en una narina, obturo la otra y esnifo.

Siento el rush que sube por todo mi cuerpo.

Ahora estoy despierto.

Soy Mauro y estoy despierto.

Espero los siete minutos reglamentarios mientras mi corazón se acelera progresivamente y cuando compruebo que no hay riesgo, enciendo un cigarrillo.

Ahhhhhhh.

Soy Mauro, tengo cuarenta años y mi dios se llama cocaína.

Voy a la ducha.

Desayuno.

Me visto y me preparo para ir a trabajar. Corto un fragmento de nylon, armo una bolsita y con una tarjeta separo cuidadosamente la porción que necesito para el día y la guardo en el bolsillo de la camisa.
Tomo una raya más y me voy. Fumando alegremente otro cigarrillo.

Voy manejando mi coche a una velocidad razonable. En realidad puede que un poco ligero de más pero no demasiado, depende de quién lo evalúe (si es un "zorro gris" de la municipalidad, es igual a multa). Para mí es el estado natural, casi me parece que hubiera nacido así, tomando todo el tiempo, consumiendo a cada hora, todos los días, todo el día.

En el trabajo la cosa está como siempre. Trabajosa, ajetreada. Pero yo me siento bien. Me siento frente a mi PC y leo tranquilamente mis correos, hago mi rutina matinal y un rato después me voy al baño a tomarme otra rayita.

En horario de oficina armo rayas más chiquitas, como para no quedar eufórico ni transpirado, para que no se note demasiado, vaya a saber uno lo que puede llegar a pasar. Las tareas se suceden, así también como las rayas, pasa la hora del almuerzo, eso es lo que tiene de gueno esta sustancia, es de la rica, no te corta el apetito, si dejas pasar un rato podés alimentarte y todo.

A pesar de eso la gente me mira y me dice: Mauro, te noto más flaco que antes. Yo les contesto cualquier boludez, estoy anoréxico, ando en una dieta de limpieza, sigo medio inapetente, en fin ...

Y así se va una jornada de trabajo más y yo vuelvo a casa a tomar por lo grande, sin tener que esconderme, rayas kilométricas y cigarrillos hasta la noche, como hasta las once y media o doce. Juego con el PC al solitario Spider y oigo los ruidos de la gente en la calle, pobres, no saben lo que se pierden, se pierden lo mejor, yo estoy de fiesta y ustedes no entienden nada, yo tengo la bolsa y ustedes no.

Después tomo las pastillas para dormir (ración matacaballos) espero que me hagan efecto tomando otra rayita y mirando un poco de TV y me voy a dormir invadido por una mezcla extraña de somnolencia y aceleración muy agradable, muy placentera, sin sueños, sin pesadillas, sin nada.

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Me levanto.

Voy al baño.

Dejo la pileta roja.

Vuelvo al cuarto.

El Himalaya es menor pero sigue en pie.

Peino otra de las grandes.

Adentro.

Rush. La primera de la mañana siempre es la mejor.

Cigarrillo.

Ducha.

Desayuno.

Otra raya. Otro cigarrillo.

Ésta es perfecta.

Ella es perfecta. Ella no miente, ella no tiene quejas, ella es mi novia, mi sino, mi demiurgo, mi oráculo, mi profeta, mi Biblia, mi todo.

Escama colombiana. Se la puede ver brillar. "A brillar mi amor, vamos a brillar mi amor".

No importa el futuro, no importa el pasado, no importa nada. Lo único que importa es estar encajado. Y yo sí que estoy.

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